Dime que cuente uno, dos, diez, veinte, pero ya da igual. Da igual todo, porque mi marcador está a cero. Se ha acabado el tiempo de juego, la prórroga, el árbitro ha pitado fin. Y lo mejor de todo que ya da lo mismo.
Se han agotado las ganas, se han esfumado los deseos y la ilusión se mide en grados bajo cero. Los cubitos de hielo resbalan entre nosotros, desembocan en el suelo y siguen girando y girando hasta que se despedazan contra el suelo.
Pero ya, da igual…
Jugamos a tiempos distintos.